jueves, 31 de diciembre de 2009

Iglesia, ¿qué busco en Tí?

Iglesia, ¿qué busco en Tí?. Desde mi ser, desde mi experiencia, desde lo que fuí y lo que soy, desde donde estuve. Desde la lejanía de pertenecer por el Bautismo, de querer estar por el deseo profundo del corazón que tiene sed, y no estar por no atreverme, por no sentirme digna, por ser como los demás que están en el mismo espacio (no lugar) en que uno está, y querer compartir con ellos su forma de vida, pero nunca llegar a nada porque no se llega a compartir nada si el corazón no se comparte, y si el deseo, la pasión, el hacia dónde voy del corazón va, apunta hacia otro lado, no se llega a compartir, se convive, no se vive; se está, no se es. Y en ese estar sin ser, en esa búsqueda, llena de sequedad y angustia, de ir a todos lados sin recalar en ninguno porque ninguno era un lugar, apareciste Tú, Iglesia. Y fue Cristo, en realidad, quien me tiende la mano. Pero no sólo Él. Se me da entero. Es Cristo que aparece a salvarme (nuevamente a salvarme), a rescatarme de las aguas profundas y obscuras, a levantarme, a elevarme, a abrirme la puerta dejando que entre la luz, su Luz. Pero no como muchos que dicen : "Ví a Jesús en sueños"; "Se me apareció la Virgen". No. Se me dió, o se me reveló a través, o de la manera que yo necesitaba. Viene a través de un sacerdote. Viene a través del sacerdote, por medio de los sacramentos: la confesión y la Eucaristía. Y viene, si esto no es bastante ya, y se me da en una comunidad, en la Iglesia. Me regala lo que necesitaba, lo que ansiaba, lo que quería y requería: una familia: la Iglesia. Si no fuera bastante darse Él, ni fuera bastante darme su Padre como mi Padre, su Madre como mi Madre, Él como amigo, hermano, sostén, alivio, todo, me da la Iglesia, me da mis hermanos. Verdaderos hermanos y por eso duelen. Carne de mi carne, sangre de mi sangre. ¿O acaso no somos todos creados a imagen y semejanza de Cristo, en cuerpo y alma? ¿O acaso no comemos todos el mismo Pan, el Cuerpo de Cristo; no bebemos todos del mismo Cáliz, la Sangre de Cristo? ¿Y no se hace Él, Cristo, en su Hostia Consagrada, Verdadero Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad del Señor, parte de nosotros, para que nosotros seamos parte de Él? Comiendo su Cuerpo, bebiendo su Sangre, todos nos transformamos en parte de nuestro Señor, y en todo, Él mismo: somos otros Cristos. Por eso todos, carne de mi carne, sangre de mi sangre. Porque en todos está el espíritu del Señor, porque nuestra carne y nuestra sangre es de Cristo, verdaderos hermanos. Distintos pero iguales. Cada uno singular pero lo mismo. Uno solo todos porque todos nos unimos en Cristo. Mi Iglesia, mis hermanos, todos: los sacerdotes, los laicos, los consagrados; los que están y los que no están, los que vienen y los que no vienen, o mejor dicho, aún no han venido: no dejemos de esperarlos, de llamarlos, de decirles (porque eso es lo que yo hubiera querido y quisiera): "Tomate tu tiempo, pero ya es tiempo, porque te espero; tomate tu tiempo, igual te estaré esperando".

Iglesia, ¿qué busco en Tí? O Más bien, qué buscaba y, quizás, aún lo busco. Desde mi experiencia de quien está lejos (de la Iglesia) y espera y busca, me respondo: Iglesia, busco en Tí amor, simplemente. Nada más y nada menos. Quien busca a Cristo, es el amor que espera. Busco amor. Y busco a Dios, pero no tanto como Alguien Todopoderoso (que lo es), que mágicamente solucione sus problemas (y esto no es). Busco a un Dios que es Amor. Porque principalmente busco el amor, y veo que el único amor verdadero, perfecto, sólo puede estar en Dios. Alguien que me ame por lo que soy, por cómo soy, sin exigencias que van más allá de lo que puedo. Alguien que me acepte con virtudes y defectos, con aciertos y desaciertos. Alguien que primero ame, que me ame, y después espere mi respuesta. Alguien que se dé gratuitamente y que no espere nada a cambio pero al mismo tiempo desee, ansíe mi amor. el mío, no el de otro, porque aunque esté el del otro siempre faltará el mío. Alguien que perciba mi ausencia, sienta mi dolor, que me busque, que esté, que escuche y que me hable, que me espere siempre.

Eso es lo que busca uno cuando vuelve o viene a la Iglesia desde donde esté. Los alejados, los perdidos, los desconocidos (porque no conocen), los que están perplejos, en medio de sus dudas y el devenir de la vida, los sedientos, los cautivos. Una Iglesia, una familia, una comunidad. Un lugar para asentarse y crecer creando lazos, lazos de sangre. Un lugar de amor.

Y este amor, que es Dios, y la Iglesia, como sacramento de Cristo, es sacramento de su amor, es la forma palpable, podríamos decir, carnal, humana, que nosotros necesitamos del amor de Dios. La Iglesia muestra el amor de Dios: es el rostro del amor de Dios... O debería serlo.

Eso busco en Tí, Iglesia: amor. Amar y ser amada. Que el Señor me ame a través tuyo.

Y te quiero también Madre, porque eres Madre: dame ternura, abrazame, acogeme, levantame en brazos, acariciame.

No quiero una Iglesia que pegue, que azote, que me castigue por mis defectos, mis errores, aún, mis pecados. Corrígeme, sí, enséñame, edúcame, guíame, señálame cuando me equivoco. Pero no me castigues. Ámame. Porque yo te necesito, Iglesia, Madre, yo necesito el silencio del templo cuando estoy confusa, necesito abrazarme a una imagen de la Virgen, y tocarla y besarla, cuando estoy angustiada, necesito la mano del hermano en mi hombro o en mi espalda cuando estoy solitaria, necesito tu consejo y tu guía, necesito el alimento y el sostén que podés darme a través de tus Pastores. Iglesia, quiero amarte. Yo te amo. Iglesia, ¿qué busco en Tí? ¿Qué busco de Tí? Que me ames. Y porque Cristo me ama, me da su Iglesia. Pero, Iglesia, ámame a través de mis hermanos. Yo quiero amarte en mis hermanos.

Iglesia, sé lo que eres: sé el rostro humano del amor de Dios.

Somos Iglesia: eso es lo que busco, lo que buscamos los de afuera o lo que alguna vez estuvimos afuera. Ser Iglesia, ser parte de algo pero no de cualquier cosa, ser parte de Dios, del Dios que es Amor, que es Cristo, que está en su Iglesia, y la Iglesia, sacramento de su amor.

Ámennos para que volvamos; ámennos para que aprendamos a amar, para que podamos abrir nuestro corazón y abrir nuestro amor. Queremos amar y ser amados: queremos amarnos y ser amados. Que seamos un nosotros, y no unos y los otros, porque aunque fuera, estamos dentro, porque también somos Iglesia, por el Bautismo.

Pero ámennos. Y ámense. Amémosnos. Iglesia: ¿qué busco de Tí? Amor. Quiero que seas el lugar del amor en el mundo. Y que siendo eso, hagamos del mundo un lugar de amor.

lunes, 6 de julio de 2009

Permiso para amar.

Permiso para amar. Sí, permiso. Sólo está permitido amar dentro de los parámetros. Permiso para decir, para hablar. Permiso para anunciarte, Jesús. Permiso. Puedo, debo, pero no me está permitido. Sólo se puede amar hasta lo que te permiten. Y, en realidad, ya no me importa. Tiraré por los aires esas imposiciones. Amar hasta el extremo. Aunque me aplasten, me señalen con el dedo. Si amar es dar la vida, la doy con alegría, con gozo, plenamente. Y me diràn: No, sólo se puede hacer aquello que está permitido. ¿Y dejar a mi hermano muriendo en el camino? El buen samaritano. Esa es la respuesta. ¿Y dejar esperando al hambriento, al sediento? No, no enfrentarse, no ir al choque. Sólo hacer aquello que que a nadie moleste. Hasta ahí nomás. No. El enfermo curado en sábado es la respuesta. No hay que meterse. Eso no nos corresponde. El leproso que has tocado es la respuesta. Permiso para decidir y aún para pensar porque los laicos no podemos, a veces, ni debemos pensar. Dénles ustedes de comer es la respuesta. No hacer nada que nos perjudique. Nada que manche nuestra fama. Hacer pensar que todo está bien y que todo lo hacemos bien. Adaptarse. Conformarse. No enfrentar. No salir. Permiso para amar. Tu muerte y tu crucificción son la respuesta. Morir por todos. Morir por uno solo. La oveja perdida. Buscarla dejando a las 99. Y volver. Y habrá otra perdida y volver a salir. Permiso para amar.... No, no pedirè permiso. Soy profeta. Anunciar y denunciar. Denunciar la injusticia. Y derramarán mi sangre y nada habrá después. Y qué importa. Morir por el otro. Morir por Tí. Esa es la vida. Eso es vivir.

miércoles, 24 de junio de 2009

Y NO HABLARÈ MÀS

Y no hablarè màs / y serè silencio / un silencio que aturde / de voces encontradas / de làgrimas lloradas / de sueños sin futuro. / Y serè la tumba / de mis gritos sordos / y de aquello que es / y ya no se necesita / no por inservible / sino por ese querer ser / màs que otros sin los otros / y què sos entonces / porque sin otros / no hay abajo / ni hay arriba / sòlo el plano / un punto / Ni vèrtice ni àngulo / un punto que se borra / porque sin los otros / quièn existe.

Y no hablarè màs / porque mis palabras son / para los que oyen / Para què decir / si los oìdos del otro / estàn sellados con su pensamiento / y los prejuicios / y el no entender / que somos iguales / que no hay diferencia / que nadie es màs / ni nadie es menos / y que los ùltimos / seràn los primeros / y que el asalariado que trabajó / media jornada tan solo / recibirà la misma paga / del que trabajò desde el alba / porque el amor no se mide / es todo / o no es nada / los brazos abiertos / o cerrados en el pecho / y no hay privilegios / porque el amor es la regla / la ley / la norma / y en eso nos iguala / mi deber es tu derecho / mi derecho es tu deber / y no debo màs / que a lo que tengo derecho / y no tengo derecho / a lo que no es mi deber.

Y no hablarè màs / mientras las cuentas no sean las de siempre / porque hace mucho tiempo / que en este mundo enfermo / dos màs dos / ya no son cuatro / y que por ahì tres / o dos / o nada / porque el poder absoluto / no muriò en la monarquìa / sino que se escondiò / en las ciudades internas / de la gente demente / que cree que unos son / lo que son y lo merecen / y los demàs no son nada / y somos meros sirvientes.

Y no hablarè màs / y serè tu servidora / màs tu amiga / no tu sierva / y no porque yo no quiera / sino porque Tù no quieres / pero en mi silencio de penas / yo a Tì te clamo y reclamo / si fuera tu Voluntad / si Tù asì lo quisieras / quita de mì las cadenas / que me atan y me destrozan / haz que el mundo comprenda / que en tu Amor / somos hermanos / y entre buenos hermanos / no habrà ni jefes ni esclavos / todos mirando hacia el cielo / todos en el mismo suelo / empujando hacia delante / y agarrados de la mano.

domingo, 12 de abril de 2009

Jesucristo, Señor de la Vida, Señor de mi Vida. Hoy es Pascua nuevamente Y no nuevamente: hoy es Pascua siempre. Tù vives para siempre, en mì, en TÎ, en todos.En la Eucaristìa, ese pan tan preciado que nos alimenta y nos fortalece en el desierto de esta vida; en tu Palabra, que nos habla ya no desde la Montaña, sino desde el corazòn donde habitas, desde esa morada que me permite saber y sentir que estàs a mi lado caminando paso a paso, y aùn màs, dentro mìo, impulsando cada paso de amor que despliego en esta vida. En los demàs, en mì: otros Cristos: los sufrientes, los desamparados, aùn los equivocados, porque son celda de tu amor, hasta que permitan que tu amor los invada. Señor, hoy es Pascua. Y permìteme , Señor, porque en toda fiesta hay regalos, y hoy es fiesta, permìteme que elija el regalo que quiero que me des. Y sè que no deberìa atreverme, pero ¿puede el Amado negarse al deseo de su Amada? ¿No tiene derecho la Amada a pedir, solicitar, simplemente decir, lo que desea? Aunque despuès venga el silencio, aunque el deseo no se haga, aunque lo pedido no sea dado, basta que me permitas decir en palabras lo que deseo en mi corazòn. Como si este deseo se hiciera màs fuerte en palabras. Y aunque Tù lo sabes todo, y no necesitas que lo diga, permìteme, Señor, como regalo, decir lo que està adentro mìo. Y es insolencia, lo sè. Y ¿acaso dudo? Pero necesito decirlo con palabras: Señor, como un dìa Tù le preguntaste a Pedro:"¿Pedro, Tù me amas?", yo necesito preguntarte: Señor, ¿Tû me amas?. Y, nuevamente, perdona, mi descaro. Còmo no vas a amarme Tû, què màs amor que lo celebrado en Pascua: por mì has muerto, por mì, resucitaste. Pero, Señor, sòlo es que en este momento necesito preguntarte, no porque dude, porque no dudo; sino porque necesito tus palabras suaves y tus caricias, el sentirte cerca mìo, dentro mìo, que me inundes hoy especialmente con tu amor, hoy que me siento sola del amor humano y que no entiendo bien la causa de este Calvario. ¿Por què siendo siempre Pascua, los hombres hacen de la vida un eterno Calvario, una eterna Pasiòn, una Crucificciòn continua? ¿Por què no vivir resucitados? ¿Por què vivir muertos y dando muerte? Mis manos no tienen clavos ni mis pies; no hay llagas en mi costado ni espinas en mi cabeza; pero, Señor, siento mi corazòn sangrando y las làgrimas se vierten sin poder evitarlo. Señor, hoy es fiesta, y aunque siga el silencio, la Amada esperara las palabras del Amado. Y aunque no llegaran nunca, basta que me hayas permitido decirte lo que sentìa y basta que me permitas amarte y haberte conocido. Señor, hoy es Pascua: tambièn Tù mereces un regalo: recibe lo ùnico que tengo y puedo darte: mi corazòn, mi vida. Lo demàs no es mìo: son las cosas que me acompañan a lo largo del camino. Feliz Pascua, Amado mìo, te agradezco lo mucho que me amas, aùn cuando hoy necesito tus palabras.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Dejarè en la puerta del Santuario mi mochila, mi sed y mi cansancio. Dejarè en la puerta lo que pesa. Dejarè mi ira, mi rabia, mi enojo, todo aquello que siento y que explota dentro mìo. Dejarè la ira que siento ante el maltrato, la injusticia, el desdèn y el abandono. No que ya no me importe pero, si es a mì a quien va dirigido, ¿quièn es màs pobre e infeliz: el que sufre y sigue caminando o el que hace sufrir y se queda solo en el pàramo? No es con ira o con rabia que se impide la injusticia. Un dolor no acaba con otro sino que lo ahonda. Sòlo la justicia acaba la injusticia. Luchar contra lo injusto con corazòn sereno, alegre y generoso, no luchar con la espada del encono. Dejarè en la puerta del Santuario lo que està de màs y lo que resta.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Guàrdame el secreto

Entre Tù y yo, Señor guàrdame el secreto. Que esto quede entre Tù y yo aunque muchos lo sepan porque nadie sabrà màs que Tù lo verdaderamente cierto, lo que siento y no digo, lo que sufro y espero. Entre Tù y yo, Señor. ¿Por què serà màs fàcil en este andar peregrino de mi vida, de esta vida, el hablar contigo, el escucharte, el ser escuchada, ser amada y aceptada, el amarte y aceptarte, comprendida y comprenderte, contenida y contenerte, que encontrar y dar lo mismo a mis hermanos? Tù no juzgas, Señor. Todo juicio conlleva una sentencia, y en la sentencia, la condena, la pena y el castigo. Tù perdonas. Tù me abres tus brazos generosos y me das los abrazos que no tuve; Tù sostienes al caìdo y lo levantas, adornas al sufriente con perlas de tu mirada. No condenas. Comprendes, perdonas y callas. Entre Tù y yo, Señor, guàrdame el secreto, eso que Tù sabes, lo que yo deseo. Entre Tù y yo, Señor, Sangre de mi vida, Dulce Nèctar que endulzas mi vida, guàrdame el secreto, que si Tù lo sabes (y còmo no saberlo) aunque no llegara jamàs a lograrse, sè que el dìa èse en que pueda verte ya no a travès del blanco Misterio sino cara a cara, sin lugar ni tiempo, vendràs a mi encuentro a lograr mi sueño.

martes, 4 de noviembre de 2008

Cambios

Esta noche volvì llena de tristeza, Señor. Esta noche y sin razòn, o con ella, tal vez, la tristeza me està envolviendo. ¿Por que la gente siempre espera un cambio? ¿Què cambio? ¿Què es cambiar? A veces, me parece que lo que esperan que cambie es que nada cambie y todo sea como siempre, como lo fue antes. O sea, cambiar para volver atràs. Cambiar para no perder. El cambio de lo estàtico. Nos dijeron, Señor, que tenìamos que estar atentos a los signos de los tiempos. Pero para ello, Señor, creo que es necesario una gran disposiciòn de espìritu. Y hablo del propio espìritu y el ser dòcil al soplo del Espìritu. ¿Quièn soy yo para decir que este o aquel està equivocado? Ver los signos de los tiempos. ¿Es este tiempo igual al tiempo que vivimos hace 10 o 5 años? Es necesario el cambio. No todo debe ser siempre igual, pero no todo es desechable. Aceptar el cambio aunque no sea de mi agrado, aunque no comprenda la verdadera razòn, aunque mis apreciaciones disten mucho de las del que decide el cambio. Aceptar... y escuchar. Escuchar las razones, los objetivos, del que presenta el cambio. Escucharlo todo y discernir despuès. Escuchar ponièndonos en el lugar del otro: la valoraciòn de las situaciones es distinta en cada uno. Aceptar, escuchar y, finalmente, obedecer. Es algo que muchos se han olvidado. OB AUDIERE. No es someterse el obedecer sino aceptar lo que me indica aquèl que es mi superior en virtud del orden, y porque debo confiar en la buena fe y gran disposiciòn de aquel a quien le debo mi obediencia. Tampoco significa que no puedo expresar mi opiniòn e incluso mi desacuerdo con lo establecido. Pero comprender que todos somos iguales pero diferentes, todos ùnicos. Comprender que va a ser muy difìcil, si no imposble, coincidir en todo con lo que se me presente.
Mi tristeza està, Señor, en que siempre hay disconformes. Y a veces son demasiados. Pero yo tambièn tengo que ponerme en su lugar, ¿no es cierto, Señor? ¿Quièn sufre màs: el que fàcil se adapta a los cambios y pronto obedece, aunque nunca se haga nada como èl quiere, o el que muchas veces hizo a su antojo, y al negàrsele algo, algunas o varias veces, se siente que lo estàn violentando? Se me hace que èste ùltimo. Y el primero, amigo del silencio y la humildad, encuentra satisfacciòn y alegrìa en el deber cumplido, sin buscar màs premio que la conciencia tranquila al terminar su dìa. Y, de ùltima, Señor mìo, està el ejemplo tuyo y de tu madre. Tu Madre, que en silencio aceptò todo e hizo la voluntad de Dios. Y Tû, que con tu obediencia, todo lo diste, todo lo sacrificaste, para conseguir nuestra redenciòn. De ùltima, Señor, .. y de primera.