lunes, 6 de julio de 2009

Permiso para amar.

Permiso para amar. Sí, permiso. Sólo está permitido amar dentro de los parámetros. Permiso para decir, para hablar. Permiso para anunciarte, Jesús. Permiso. Puedo, debo, pero no me está permitido. Sólo se puede amar hasta lo que te permiten. Y, en realidad, ya no me importa. Tiraré por los aires esas imposiciones. Amar hasta el extremo. Aunque me aplasten, me señalen con el dedo. Si amar es dar la vida, la doy con alegría, con gozo, plenamente. Y me diràn: No, sólo se puede hacer aquello que está permitido. ¿Y dejar a mi hermano muriendo en el camino? El buen samaritano. Esa es la respuesta. ¿Y dejar esperando al hambriento, al sediento? No, no enfrentarse, no ir al choque. Sólo hacer aquello que que a nadie moleste. Hasta ahí nomás. No. El enfermo curado en sábado es la respuesta. No hay que meterse. Eso no nos corresponde. El leproso que has tocado es la respuesta. Permiso para decidir y aún para pensar porque los laicos no podemos, a veces, ni debemos pensar. Dénles ustedes de comer es la respuesta. No hacer nada que nos perjudique. Nada que manche nuestra fama. Hacer pensar que todo está bien y que todo lo hacemos bien. Adaptarse. Conformarse. No enfrentar. No salir. Permiso para amar. Tu muerte y tu crucificción son la respuesta. Morir por todos. Morir por uno solo. La oveja perdida. Buscarla dejando a las 99. Y volver. Y habrá otra perdida y volver a salir. Permiso para amar.... No, no pedirè permiso. Soy profeta. Anunciar y denunciar. Denunciar la injusticia. Y derramarán mi sangre y nada habrá después. Y qué importa. Morir por el otro. Morir por Tí. Esa es la vida. Eso es vivir.

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