jueves, 11 de diciembre de 2008
Dejarè en la puerta del Santuario mi mochila, mi sed y mi cansancio. Dejarè en la puerta lo que pesa.
Dejarè mi ira, mi rabia, mi enojo, todo aquello que siento y que explota dentro mìo. Dejarè la ira que siento ante el maltrato, la injusticia, el desdèn y el abandono. No que ya no me importe pero, si es a mì a quien va dirigido, ¿quièn es màs pobre e infeliz: el que sufre y sigue caminando o el que hace sufrir y se queda solo en el pàramo? No es con ira o con rabia que se impide la injusticia. Un dolor no acaba con otro sino que lo ahonda. Sòlo la justicia acaba la injusticia. Luchar contra lo injusto con corazòn sereno, alegre y generoso, no luchar con la espada del encono.
Dejarè en la puerta del Santuario lo que està de màs y lo que resta.
viernes, 14 de noviembre de 2008
Guàrdame el secreto
Entre Tù y yo, Señor
guàrdame el secreto.
Que esto quede entre Tù y yo
aunque muchos lo sepan
porque nadie sabrà màs que Tù
lo verdaderamente cierto,
lo que siento y no digo,
lo que sufro y espero.
Entre Tù y yo, Señor.
¿Por què serà màs fàcil
en este andar peregrino
de mi vida, de esta vida,
el hablar contigo,
el escucharte,
el ser escuchada,
ser amada y aceptada,
el amarte y aceptarte,
comprendida
y comprenderte,
contenida y
contenerte,
que encontrar y dar lo mismo
a mis hermanos?
Tù no juzgas, Señor.
Todo juicio
conlleva una sentencia,
y en la sentencia,
la condena,
la pena
y el castigo.
Tù perdonas.
Tù me abres tus brazos generosos
y me das los abrazos que no tuve;
Tù sostienes al caìdo y lo levantas,
adornas al sufriente
con perlas de tu mirada.
No condenas.
Comprendes,
perdonas
y callas.
Entre Tù y yo, Señor,
guàrdame el secreto,
eso que Tù sabes,
lo que yo deseo.
Entre Tù y yo, Señor,
Sangre de mi vida,
Dulce Nèctar que endulzas mi vida,
guàrdame el secreto,
que si Tù lo sabes
(y còmo no saberlo)
aunque no llegara jamàs a lograrse,
sè que el dìa èse
en que pueda verte
ya no a travès del blanco Misterio
sino cara a cara,
sin lugar ni tiempo,
vendràs a mi encuentro
a lograr mi sueño.
martes, 4 de noviembre de 2008
Cambios
Esta noche volvì llena de tristeza, Señor. Esta noche y sin razòn, o con ella, tal vez, la tristeza me està envolviendo. ¿Por que la gente siempre espera un cambio? ¿Què cambio? ¿Què es cambiar? A veces, me parece que lo que esperan que cambie es que nada cambie y todo sea como siempre, como lo fue antes. O sea, cambiar para volver atràs. Cambiar para no perder. El cambio de lo estàtico. Nos dijeron, Señor, que tenìamos que estar atentos a los signos de los tiempos. Pero para ello, Señor, creo que es necesario una gran disposiciòn de espìritu. Y hablo del propio espìritu y el ser dòcil al soplo del Espìritu. ¿Quièn soy yo para decir que este o aquel està equivocado? Ver los signos de los tiempos. ¿Es este tiempo igual al tiempo que vivimos hace 10 o 5 años? Es necesario el cambio. No todo debe ser siempre igual, pero no todo es desechable. Aceptar el cambio aunque no sea de mi agrado, aunque no comprenda la verdadera razòn, aunque mis apreciaciones disten mucho de las del que decide el cambio. Aceptar... y escuchar. Escuchar las razones, los objetivos, del que presenta el cambio. Escucharlo todo y discernir despuès. Escuchar ponièndonos en el lugar del otro: la valoraciòn de las situaciones es distinta en cada uno. Aceptar, escuchar y, finalmente, obedecer. Es algo que muchos se han olvidado. OB AUDIERE. No es someterse el obedecer sino aceptar lo que me indica aquèl que es mi superior en virtud del orden, y porque debo confiar en la buena fe y gran disposiciòn de aquel a quien le debo mi obediencia. Tampoco significa que no puedo expresar mi opiniòn e incluso mi desacuerdo con lo establecido. Pero comprender que todos somos iguales pero diferentes, todos ùnicos. Comprender que va a ser muy difìcil, si no imposble, coincidir en todo con lo que se me presente.
Mi tristeza està, Señor, en que siempre hay disconformes. Y a veces son demasiados. Pero yo tambièn tengo que ponerme en su lugar, ¿no es cierto, Señor? ¿Quièn sufre màs: el que fàcil se adapta a los cambios y pronto obedece, aunque nunca se haga nada como èl quiere, o el que muchas veces hizo a su antojo, y al negàrsele algo, algunas o varias veces, se siente que lo estàn violentando? Se me hace que èste ùltimo. Y el primero, amigo del silencio y la humildad, encuentra satisfacciòn y alegrìa en el deber cumplido, sin buscar màs premio que la conciencia tranquila al terminar su dìa. Y, de ùltima, Señor mìo, està el ejemplo tuyo y de tu madre. Tu Madre, que en silencio aceptò todo e hizo la voluntad de Dios. Y Tû, que con tu obediencia, todo lo diste, todo lo sacrificaste, para conseguir nuestra redenciòn. De ùltima, Señor, .. y de primera.
viernes, 31 de octubre de 2008
Mis manos
Què tengo en mis manos
màs que el sudor del trabajo,
màs que los dedos crispados
del miedo y el cansancio,
màs que la soledad que agobia,
màs que el final del dìa
y el comienzo de la noche
y el recomenzar otro dìa
aùn cuando no hay comienzo
sino es continuaciòn.
En mis manos tengo
tan sòlo mis manos.
Eso,
tan poco,
tan con gusto a vacìo,
tan efìmero,
tan nada.
Y vos, Señor,
que me pedìs mis manos,
èsas,
asì, como estàn,
sin barniz de uñas
porque el tiempo
y el olvido acabo el frasco;
êsas,
las que estàn arrugadas
de tanto lavar ropa
a mano
y sin protegerse;
èsas,
las que estàn àsperas
del agua frìa en invierno
y de las veces que el mate
las usò de tobogàn
en las mañanas con sueño;
èsas,
que se la pasan escribiendo,
vaya a saber què,
pero sabiendo a quièn,
porque siempre es a Vos,
como ahora lo estàn haciendo.
Mis manos, Señor,
vos las querès asì,
con su cansancio,
su aspereza y dureza,
con las làgrimas que sostienen,
con lo que son
y que eran.
Yo te las doy, Señor,
porque mis manos,
que ahora mìas,
fueron tuyas,
vos me las diste un dìa,
para nacer y crecer,
para hacer y saber,
para ayudar y entregar,
para ser libre y amar.
Vos me las diste, Señor,
yo no soy dueña de ellas,
hacè con ellas tu antojo,
llevalas por donde quieras,
que sean ellas caricia,
o puño que amase el pan;
que sean las que acompañen
a otros en su caminar;
bastòn del que està muy dèbil,
red que sostiene al que cae.
Mis manos, con Vos se van
para quedarse entre hermanos.
Con ellas se va el cansancio,
el agobio y desazòn.
Porque al yo darte mis manos
Vos me das Tu Corazòn.
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