viernes, 31 de octubre de 2008

Mis manos

Què tengo en mis manos màs que el sudor del trabajo, màs que los dedos crispados del miedo y el cansancio, màs que la soledad que agobia, màs que el final del dìa y el comienzo de la noche y el recomenzar otro dìa aùn cuando no hay comienzo sino es continuaciòn. En mis manos tengo tan sòlo mis manos. Eso, tan poco, tan con gusto a vacìo, tan efìmero, tan nada. Y vos, Señor, que me pedìs mis manos, èsas, asì, como estàn, sin barniz de uñas porque el tiempo y el olvido acabo el frasco; êsas, las que estàn arrugadas de tanto lavar ropa a mano y sin protegerse; èsas, las que estàn àsperas del agua frìa en invierno y de las veces que el mate las usò de tobogàn en las mañanas con sueño; èsas, que se la pasan escribiendo, vaya a saber què, pero sabiendo a quièn, porque siempre es a Vos, como ahora lo estàn haciendo. Mis manos, Señor, vos las querès asì, con su cansancio, su aspereza y dureza, con las làgrimas que sostienen, con lo que son y que eran. Yo te las doy, Señor, porque mis manos, que ahora mìas, fueron tuyas, vos me las diste un dìa, para nacer y crecer, para hacer y saber, para ayudar y entregar, para ser libre y amar. Vos me las diste, Señor, yo no soy dueña de ellas, hacè con ellas tu antojo, llevalas por donde quieras, que sean ellas caricia, o puño que amase el pan; que sean las que acompañen a otros en su caminar; bastòn del que està muy dèbil, red que sostiene al que cae. Mis manos, con Vos se van para quedarse entre hermanos. Con ellas se va el cansancio, el agobio y desazòn. Porque al yo darte mis manos Vos me das Tu Corazòn.